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lunes, 19 de octubre de 2015

ALGO QUE ME URGE CONTARTE. CRÓNICAS VENTANIANAS

ALGO QUE ME URGE CONTARTE
CRÓNICAS VENTANIANAS

Algo que me urge contarte es un libro de relatos muy especial, de una calidad extraordinaria. En sus páginas encontraréis una selección de 232 relatos de 21 de los autores que participábamos en un programa de radio de la Cadena SER de nombre «La Ventana de Millás»una sección de La ventana,programa que dirigía entonces Gemma Nierga. 

El libro podéis encontrarlo, tanto en edición digital como en papel, en este enlace de Amazon

Esta es la lista de autores por orden alfabético:

Francisco M. Aguado Blanco, 
Delia Aguiar Baixauli, 
Beatriz Alonso Aranzábal, 
Antonio Anasagasti, 
José Vicente Aracil Lillo, 
Rubén Bort Navarro, 
Carlos Carrión Guardia, 
Israel Cubells Saceda, 
Manuel Navarro Seva, 
María de Miguel Gallo, 
Jaime de Nepas, 
Miguelángel Flores, 
Manuel González Seoane, 
Josefina H, 
María Teresa Martín Matos, 
Rosa Osuna, 
Pablo David Pérez Rodrigo, 
Raquel Rodríguez Hortelano, 
Lola Sanabria García, 
Ángela Torrijo Arce, 
Joaquín Valls Arnau. 

domingo, 2 de agosto de 2015

GIN-TONIC: EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

Por fin viernes por la noche, la semana ha sido dura, el calor asfixiante, he vuelto de vacaciones y he tenido que reincorporarme al trabajo, a veces pienso que no cogería vacaciones con tal de no tener que reincorporarme al trabajo; esa sensación de ser una pieza más en un mecanismo productivo absurdo. Pero lo bueno de la semana laboral es que al final siempre llega el viernes, apenas he podido dormir estos días con tanto calor, e invariablemente he tenido que levantarme temprano. Encima ha sido la semana en la que he descubierto que el Times Roman, con un tamaño de fuente número 12 ya no me sirve: a no ser que me fije mucho apenas veo una procesión de hormigas sin significado en la pantalla. Solucionarlo no costaría demasiado, tendría que pasar la fuente del texto al Verdana o subir el Times Roman al 14. No obstante, me niego; necesito tiempo para digerir mi decrepitud (creo que es justo exigirle a alguien ese tiempo) y sigo escribiendo capas de hormigas superpuestas que «justifico» para que al menos se vean elegantes. Pero no todo está perdido: por fin es viernes. Después de cenar mi mujer se va a nuestra habitación, donde hay una pequeña tele y un mando con el que hace zapping con tanta energía que acaba mareándose a sí misma y cayendo dormida, y yo inicio el ritual del gin-tonic. Todo comienza en la cocina, donde lleno un vaso ancho y alto de hielo hasta arriba que remuevo con una cucharilla para enfriar el cristal. Luego, de un buen limón, a poder ser recién cogido del árbol (uno de los pocos lujos que puedo permitirme), corto una cáscara en espiral, solo la parte amarilla, sin llegar a la carne ácida, que echo dentro del vaso, y otro trozo, sin forma ya, para frotar el borde y aromatizarlo. A continuación me traslado  al salón, donde tengo el mueble bar, y añado los botánicos: unas semillas de cardamomo, o flor de hibisco, o semillas de pimienta rosa o enebro. Anoche eché cardamomo y enebro, la flor de hibisco acaba volviendo rojo el gin-tonic, y una de las cosas que más me gusta de él es su cristalina transparencia. Me serví una buena dosis de ginebra, que deshizo lo ángulos más agudos de los trozos de hielo, e hizo que se acomodaran entre sí, y llené el vaso hasta el borde de tónica. No pongo marcas por no hacer publicidad, cada cual que imagine la que más le guste. Si alguna marca quisiera invitarme a algo me declarare fanático de ella desde la infancia, no me cuesta nada venderme por una buena causa. Una vez preparado el cóctel, lo dejé sobre un posa-vasos en la mesa baja de granito y me tumbé en el sofá con el mando a observar como las minúsculas burbujas ascendían a través de un cristal, que el frío interior y la humedad exterior, empañaban de forma maravillosa. Puse un canal cualquiera y esperé, mirando la tele, a que la mezcla se enfriara. Luego, sin saber como, debí quedarme dormido, porque cuando desperté eran las dos y media de la madrugada y en la tele solo quedaban jugadores de póquer. Los hielos del gin-tonic habían desaparecido, y el cristal, aunque seguía frío, ya no estaba empañado. Me bebí cuatro o cinco tragos muy rápido, empecé a hacer zapping durante un rato, y al poco noté que el brebaje, ya en sangre, me subía a la cabeza y me cerraba los ojos. Me levante, fui dando tumbos, mitad por el sueño mitad por el alcohol, hasta la habitación, le quité el mando de la mano a mi mujer y apagué la tele. Luego me tumbé en la cama y me quedé dormido. Debí soñar algo, seguro que soñé algo, los viernes por la noche tengo permiso para soñar lo que quiera, pero luego, cuando desperté, ya no me acordaba de nada. Esta mañana he tirado lo que me sobró del gin-tonic por el fregadero, y el limón y los botánicos a la basura, luego he fregado el vaso y me he preparado el café con leche. Esta noche quizá vuelva a intentarlo. Creo que, para que fuera perfecto, debería añadir algo de música, escuchar a través del cristal empañado esa de Stevie Wonder que decía,  good morning or evening friends... Igual ahí me duermo y en el sueño  vuelvo a ver el Times New Roman del 12 con absoluta claridad, aunque al despertar no lo recuerde. Here`s your friendly annoucer...